¡MARCHEN 2000 GRANDES DE MOZZARELLA!

Un aroma especial surcaba el espacio de Roma, más precisamente en el Vaticano. La fragancia del sacro incienso se entremezclaba deliciosamente con el no menos beatico perfume de las pizzas napolitanas de mozzarella. 


¡Cosas maravillosas de Francisco!
Sucede que, en víspera de la proclamación de la santidad de la Madre Teresa de Calcuta, el Papa Francisco invitó a comer a 1500 necesitados de Italia en la mismísima santa sede. Lo de Santa sede, nunca mejor proclamado que cuando se atiende gustosamente a los sin techo de Europa y a los refugiados de medio oriente que son hospedados en el Vaticano.   
Una pizzería napolitana trasladó a Roma tres enormes hornos a leña en los que se dio cocción a “las grandes de mozzarella”. Atendieron, sirviendo a los humildes, 300 hermanas y hermanos de la orden de Teresa de Calcuta. 
Pensamos que a la Madre Teresa le habría gustado sobremanera que en la ceremonia donde se reconocía su santidad hubiera lugar para atender a los que sufren. Francisco así lo creyó y actuó en consecuencia.  Una vez más el Papa latinoamericano humanizó la liturgia acartonada de un oxidado y decrépito viejo catolicismo que se alejó de los pueblos del mundo. Hoy FRANCISCO construyó duchas, peluquerías, atención medica en el Vaticano para que todos los días acudan necesitados a comer, higienizarse y atenderse “¡Una Iglesia que mira a los pobres como sus auténticos HERMANOS!”
Hoy, la Iglesia Católica está en sintonía con los deseos de Jesucristo con miras en la infinita bondad de DIOS.
La vida es una sucesión constante de gestos que marcan una dirección, un interés, un valor definido en las conductas de los hombres. 
Quizás un santo sea quien inunde su propia vida con millares de “gestos” de compasión y bondad para con su prójimo. 
En nuestro querido suelo casi no hay noticias sobre el argentino más destacado de la historia. Francisco es menospreciado y difamado por no tomar “partido” por los “colores” de la preferencia particular de algunos. 
El mundo lo reverencia y aquí cuatro periodistas, con más frustración que talento, lo difaman. 
Francisco, el del mimo crucifijo y zapatos que poseía en nuestro país. Francisco, el alejado de los lujos profanos. Siempre cerca de los humildes.
Francisco, el “populista” para los sin corazón, el Papa justo y sencillo para los que necesitan comida, ropa y dignidad. 
Qué bueno es saber que uno de los nuestros pone calidez en el corazón de una Europa que parece olvidar sus orígenes.
Entre liturgias rígidas y fugazzetas crocantes los sin techo alimentaron no sólo su cuerpo, sino también su ALMA gracias a la iniciativa de nuestro FRANCISCO ¡Como seguro la santa Madre Teresa de Calcuta hubiera querido! 

                          Máximo Luppino

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