NAFTA SOBRE EL POLVORÍN

El triunfo de Donald Trump como nuevo presidente de los Estados Unidos de Norte América pone en peligro la frágil estabilidad política del planeta. Su inestabilidad emocional, el rechazo sistemático a los criterios disímiles al suyo, sumado a su ostensible condición de racista obsesivo, no brinda las lógicas garantías básicas que un mandatario debe poseer.   


Si el mundo en ocasiones se asemeja a un polvorín, Donald Trump es la nafta que lo acaba de rociar temerariamente. 
Las mayorías poseen derechos incuestionables a elegir gobernantes en las democracias modernas, pero a partir de ahora muchos cuestionarán aquella sentencia que afirma: “Los pueblos nunca se equivocan”. Si las personas cometemos errores y equívocos, ¿por qué no puede hacerlo una comunidad que no es otra cosa que un conjunto de individuos? Claro está que estas reflexiones no cuestionan la libertad de elección que los pueblos tienen, y la legitimidad de los mandatarios electos.  Recordaremos el más grande equívoco popular trágico de la historia, cuando la gente eligió la libertad de Barrabás en lugar del Hijo de DIOS… ¡A partir de ahí todo es posible! 
Los estadounidenses consumieron su propio producto engañoso publicitario de exportación, eligiendo como presidente a un “pseudo-héroe” de caricaturas, millonario, que muestra desprecio por las demás etnias y diversas culturas.  En verdad Trump es un hombre que demuestra inmadurez y falta de conocimiento espiritual humanista para comprender que TODA la humanidad es un sólo cuerpo dinámico indisoluble. 
Los imperios se deterioraron y fenecieron desde su propia falencia y desmedida ambición. Así la historia lo demuestra, Donald Trump asoma al mundo como si fuera una combinación de Calígula con Nerón, dos de los peores emperadores romanos. 
Donald Trump marca el principio del fin del imperio norteamericano. El mismísimo presidente de EEUU será el más grande enemigo de su propia Nación, ya que encarna los valores oscuros de un país que también abrazó días de gloria y esplendor.  
Mientras Norteamérica le ofrece al mundo a Donald Trump con su impronta de imperialismo que desprecia la condición sublime de otros pueblos, Argentina y Latinoamérica TODA le entrega al planeta al Santo Padre FRANCISCO el gran aglutinador, el constructor de paz y libertad para todos los pueblos del globo. 
Así como los hombres forjamos nuestro propio destino, así mismo lo hacen las naciones, la elección de Trump colocó a la sociedad mundial en un callejón oscuro de difícil tránsito. Hoy más que nunca el mundo europeo debe aportar el equilibrio y mesura del que parece Donald carecer. 
Mientras el Ku Klux Klan juzga renacer con su furia demencial, las responsabilidades individuales se tornan más valiosas que nunca. No debemos generar violencia en ninguna de sus formas, especialmente desde el pensamiento que es el origen de la acción.  
Toda chispa de conflicto debe ser evitada ya que a Donald Trump se lo ve ávido por desplegar su nefasto poder, creyendo ver por doquier enemigos de una “causa norteamericana” ya extinta desde la conciencia de los pueblos.
Un nuevo orden mundial se continúa gestando. Trump es el verdugo del anterior sistema; FRANCISCO, el constructor del nuevo orden…


              Máximo Luppino

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